Y aquí estamos, mi querido señor de los gatos, disfrutando del crepitar de este cuarto estado de la materia que es el plasma, el fuego de la vieja chimenea, dejándonos abrigar pausadamente nuestros sospechosos cuerpos de carbono, degustando a placer del silencio entre usted y yo, entre su especie cósmica y la mía, que a veces es un poseso dragoniano. Estos momentos en los que el silencio nos dice todo, mientras fluye entre dos especies distintas como si fuera un hilo conductor de los pensamientos universales.
Afuera Eolo ruge con furia descarnada, como queriendo anticipar al bípedo depredador del momento, que su fin llegará algún día, como lo cuenta aquel libro llamado La Rebelión del Silicio. En la taberna de enfrente, celebran los humanos, o semi-humanos pues están repletos de parches cibernéticos, una inquietante festividad anual que hace honor al consumismo, olvidando los preceptos de aquel personaje de ficción, que por predicar su verdad personal, le hacen honor recordándolo crucificado. Allá, en la taberna de enfrente, enfrascados en los prolegómenos de una melopea que augura instantes de felicidad está MaquiDark, el hombre-digital y su jorga de compinches, divididos todos entre dos mundos, el uno casi olvidado en el que casi ya no disfrutan de la compañía entre sus congéneres, el silencio los aterra, y el otro mundo, el del ciberespacio, donde mantenienen en tiempo real un vaivén de ligerezas que cada uno vive en sus instantes de su cotidiana existencia; claro los seguidores del mundo ajeno en la Internet , les dan poder social en la red.

Señor Melkor, gracias por sus ronroneos y mimos en mi cuello, pero ahora lo prefiero hierático mirando el fuego, de sus ojos quiero enterarme del cómo gallardamente se pasea entre la soledad más inconmensurable. Ah! Sí, vinimos solos al mundo y así nos iremos, tiene usted razón señor gato, eso de buscar pareja para fingir compañía es un pueril intento de ocultar que estamos más solos que nunca. Así es, grácil Melkor De Esargoth, de pronto he recordado y usted lo ha censado perfectamente, que soy fácil de olvidar, como usted hace con sus doncellas gatunas o ellas con vuestra merced; ya sé, felino amigo, usted claramente me lo dice con el delicado brillo de sus ojos diamantinos, que a ambos solo nos quedan nuestras historias y en mi caso también las montañas. No, de los dragones no me cuente nada, Kantoborgy también se ha marchado quien sabe a qué otros mundos oníricos, quizá en búsqueda de su Galadrina, usted sabe que él descubrió tardíamente para los tiempos de un humano , el cómo censar esas tímidas vibraciones que producen las doncellas eidéticas, a mí me dejo contagiado con el tema, por ello aprendí a extasiarme con los efímeros instantes cuando a mi hada la imaginaba cerca, a agradecer a Gea que la trajera al mundo, su sola existencia es felicidad profunda en mi ser. No señor Melkor, usted no debe pronunciar ese vernáculo vocablo que los humanos inventaron para denominar tales estados del corazón y de la mente, y recuerde por favor que por una Dulcinea se acometen las más fieras y temerarias excursiones, escaladas o zambullidas en los avernos para salir triunfante o derrotado pero lleno de éxtasis por la simple razón de que ella existe, un bello fractal en nuestra instancia cerébrica.
Mejor olvidemos el tema meloso y debilitante, su merced, señor de todos los gatos, hágame la finesa de contarme, ahora que la lucidez mundana invade mi atormentado cerebro, porque claro, saliéndose Kantoborgy de mi red neuronal, vuelvo a ser enteramente humano; dígame por favor, cómo logro monitorear cada uno de los movimientos y costumbres de los consumidores por excelencia de las entrañas de Gea. Sí, Don Melkor, los quiero a todos bajo mí poder, inyectarles un chip que revele su posición en base a la red de satélites de geo-posicionamiento, tenerlos obedientes para controlar su mente desquiciada. Claro amigo felino, usted tiene razón, una opción podría ser que obedientemente siempre sigan las reglas que permiten alimentar con buena data una base de datos espacial, pero como bien anota su merced, para saber por medio de un sistema de información geográfica hasta las costumbres bípedas de consumo de medicamentos, se requiere que sean tan obedientes y sumisos como lo son esas razas que ahora pueblan el “primer mundo” mansitas criaturas que como borregos siguen las órdenes desmesuradas de los gobiernos explotadores del planeta, gobiernos de pueblos quienes luego de haber acabado su prístina naturaleza ahora nos tildan, a nosotros, los del quinto mundo tendiendo a subterráneo de salvajes contaminadores. Bien dice usted señor Melkor, que también resultará extremadamente difícil controlar y volver sumisa a nuestra población latinoamericana, inclusive en nuestro paisito, este pedacito de tierra equinoccial, quizá ahora con el gobierno revolucionario de Don Muelabroka podamos hacer un intercambio racial, una mezcla divertida , unos cuantos milloncitos de borreguitos del “mundo civilizado y de primer orden” medrando por nuestra modernización, y allá, donde cunden los mansitos tipificados por Nietzsche, unos cuantos millones de revoltosos de sangre caliente metiendo caos en la fría jungla del orden y de la producción de cositas a costa del planeta, y todo por buscar la felicidad del hombre-cosa. Eso mi entrañable amigo gatuno, quien sabe si mejor les inyectamos un chip a todos y como el gran ojo controlador, al que vaya en contra de natura, de un clic lo convertimos en fértil abono. Me he clamado señor gato, dispense usted mi enojo, y no maúlle tan fuerte, estas celebraciones no aptas para nosotros nos hacen querer acelerar lo que pronostica aquel montañero apellidado Vivar en sus cuentos del silicio. Reconozca vuestra merced, que gracioso sería el experimento de lograr en base a mezclas, como los humanos han venido haciendo por siglos con todos los animalitos que por millones crían para comérselos, un bípedo equilibrado que pueda entender que Gea es única y hay que cuidarla, -Goragg miarauuu- está bien Melkor, no gruña su merced y disfrute del fuego que afuera empieza a nevar; quede el encargo de lograr una cura o exterminio radical en garras dragonianas.

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