La Driada Payana, y las Nereidas Nubosas

Danzan en las madrugadas y en los atardeceres, cuando la neblina cubre sus siluetas y deja a la imaginación su verdadera existencia.

 

El valle del rio Negro es amplio, inicia en el Cerro Cantor, el de los Arcos de Piedra labrados por el agua y el viento. Las riberas del negro rio infestado de truchas discurre entre los paramos, recorriendo sinuosas curvas, y meandros abultados. De pronto, en lo alto, y antes de que inicie el descenso hacia la costa, se encuentra la entrada al fantasmal pueblo de Sabadell, donde los aullidos sombríos espantan a la pereza.  Sabadell contempla en lontananza y con letargo las brumas húmedas que esconden al leviatán del pacifico. Se retoma el camino hacia el oriente, bordeando nuevamente las líneas del rio Negro, y de pronto el espejo azul, del rostro de la bella Payana, paralizan todos los sentidos. Este enorme ojo de cristalinas aguas, es largo de recorrer, y en cuanto se alcanza la cima del viejo Ogro que cuida de sus intimidades, el camino del paramo es claro, tapizado de rocas graníticas, esta via hacia el norte esta plagada de diedros rocosos que son un invite imposible de evadir, y entonces las horas de entretenimiento en el boulder se vuelven infinitas. El camino por la línea mas alta de esta cordillera que separa a los pueblos de El Paraiso de Celen y Llaco, de Curtincapa y Salatí, continua hasta encontrarse con la enigmática laguna Zuriguiña.

En donde en las noches mas oscuras, bajo la atenta mirada del Cerro de Oro, FierroUrcu, las driadas, silfides  y nereidas deleitan con su danza a la inmensidad del cosmos. Al al amanecer, la piara de mulas que transportan el elixir de la caña, desde Curtincapa hacia Saraguro, son el inefable recordatorio del retorno a las marismas bípedas. Al menos la espirituosa agua brava, adormece el dolor del retorno.